Los frutos no son los
mismos para todos: cada uno nace con la semilla que debe desarrollar….
cultivarla bien lleva a la satisfacción de conseguir los logros que nos
hemos propuesto.
No envidies la de
nadie, porque en todas se puede dar anchura, espacio y plenitud. En
todos los campos hay malas hierbas, sequías, tramos pedregosos,
arenosos, inseguros, pero en ninguna falta un roció diario, un sol que
caliente, una palabra que aliente y una lluvia que nutra.
Cuando uno hace lo
que le gusta, sólo cuenta el avance, no las horas que le dedica; sólo
cuenta que su objetivo va cuajando, no el esfuerzo y el tiempo que
dedico en él; sólo cuenta la semilla que lleva dentro para desarrollar,
no la clase de árbol que se le ha destinado.
Cuando te gusta lo
que haces, no percibes el tránsito del tiempo, que siempre te parece
corto, ni el vuelo de las horas, que siempre parecen bien empleadas.
Casi siempre soñamos
ser lo que no llegaremos a ser nunca, pero en medio está el motor de la
esperanza, que nos anima con la seguridad de que lo conseguiremos y el
aliciente, en forma de fuerza de voluntad, que nos impulsa en la vida, a
no dejar de intentarlo hasta conseguirlo.
Debes saber penetrar
con ojo de águila en la realidad que te rodea y a la vez saber volar
sobre ella y mirar desde arriba dónde debes posarte.
Aunque bien es cierto
que se aprende en la derrota, se adquiere sabiduría en las batallas
perdidas y habilidad en la realidad y los escollos.
Ordena tus ideas,
aléjate del pensamiento que te tortura y de los lastres que te impiden
avanzar, desecha todo eso que le roba belleza a la vida, lo que no te
sirve, lo que se quedo obsoleto. Mírate como en el fondo de un estanque
con trasparencia y belleza.
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