domingo, 13 de septiembre de 2015

Historiadora revisionista desmonta el Holocausto en TV alemana




DESCONOCIDOS HOLOCAUSTOS y otros HOLOCUENTOS : la dificultad de aprehender la REALIDAD

 Adam Cohen vive en su nido de águila, alejado del mundanal ruido, dedicado a la lectura, la reflexión, la meditación y la observación de la Naturaleza y de los seres que la habitan. Es judío y, como algunos de sus correligionarios más conscientes, es sabedor de las manipulaciones que ejerce el poder en torno a la acusación de ANTISEMITISMO, etiqueta que, bajo el pretexto de corrección política, permite perseguir y acallar las voces críticas con el Establishment, a la vez que corre un denso velo de confusión que nos vuelve ciegos e incapaces de ver la realidad en su compleja diversidad.

Por Adam Cohen

 
 
Declaraciones pasibles de cárcel de una historiadora anciana
 
 
El pasado marzo 2015, la historiadora  Ursula Haverbeck (1928)  se atrevió a decir en la televisión nacional alemana,  durante una entrevista que creo imprescindible escuchar, que Hitler y los sionistas compartían el mismo deseo: crear un estado judío, y que  el campo de Auschwitz nunca fue un campo de exterminio sino un campo de trabajo vinculado a una planta de la petroquímica IG FArben, en la que los trabajadores prisioneros eran cuidados y atendidos.


Historiadora revisionista desmonta el Holocausto en TV alemana




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Educados en el paradigma de los opuestos enfrentados, y no de los opuestos complementarios, nos es difícil encontrar la ecuanimidad necesaria al conocimiento profundo de las cosas. Impera el enfrentamiento polar no integrado.
 

Por ejemplo, nos es difícil aceptar que alguien pueda criticar a los partidos de izquierda siendo de izquierda, o que ser rico y tener propiedades no nos hace, obligatoriamente, persona de derecha. Existen obreros pobres sumamente conservadores y terratenientes solidarios y generosos, pero prevalecen los estereotipos: la gente bien vestida y elegante es de derecha y los zaparrastrosos son de izquierda, por tanto en las compañas electorales unos candidatos abandonan sus puros Cohíba y sus yates para enfundar una chaqueta de pana y otros dejan sus habituales vaqueros desgastados para lucir traje oscuro, camisa azul pálido y corbata roja. Todos buscan tranquilizar y complacer  la estrechez mental de sus electores. 
 

La sociedad actual adolece de un enquistado maniqueísmo -de origen judeocristiano, por cierto- en su visión de los fenómenos; una gran simpleza domina los planteamientos políticos, reduciendo a ecuaciones elementales la compleja y multicolor realidad.
 
 

Y digo esto por  el descubrimiento reciente (des-cubrimiento porque yacía encubierto bajo la losa académica, es decir lo definido como políticamente correcto por el Establishment dominado por la elite sionista)  de otra versión histórica de la Segunda Guerra Mundial en la que el enemigo de los aliados no era Hitler, y el propósito no era luchar contra el ejército del Tercer Reich sino algo profundamente inmoral y vergonzante. Desde que los EEUU entraron en la guerra, gracias al permitido  Pearl Harbour, el propósito fue uno: aniquilar la nación alemana por el medio de una destrucción sistemática de las ciudades y vías de abastecimiento, y un ataque metódico, físico y moral, despiadado, a su pueblo por parte de británicos, soviéticos y estadounidenses.



Sin embargo, la revelación de numerosos documentos históricos, en lugar de permitir entender nuestra equivocación maniquea (nazis malísimos frente a aliados buenísimos) ha hecho que le demos la vuelta a la tortilla y no avancemos un pimiento: ahora renace el filonazismo y se alzan voces que alaban al Führer. 
 

No pretendo en este artículo describir los argumentos de los que niegan las cifras oficiales “Seis millones de judíos…”, sino informar sobre denuncias recientes de historiadores revisionistas, y señalar cómo ambos caen en el extremo opuesto, pasando de la demonización oficial del nazismo a una idealización nostálgica del Tercer Reich. Como si, por decir que Hitler nunca buscó la eliminación de los judíos, de repente ya no fuera responsable de su esclavización, o de la utilización de miles de cobayas humanos para experimentaciones varias. 
 

En otras palabras, parece difícil, si no imposible, aceptar que ambos bandos  fueron igualmente feroces asesinos en masa. 
 

Antes de empezar, es necesario recordar que negar, investigar o, simplemente, minimizar el Holocausto judío está prohibido por ley en, entre otros muchos países,  Alemania, Francia, Bélgica, Canadá, Estados Unidos. Y ahora, también en España gracias a la Ley Mordaza, ley que nos informa sobre el avance del control del lobby sionista sobre la política española.  Cabe preguntarse por qué es la única afirmación de la historia mundial que está protegida por una ley tan severa. La verdad no necesita ser apuntalada por ninguna ley.   
 
 

Muchos historiadores, quienes, a riesgo de ser encarcelados, niegan la emblemática cifra, han repetido una y otra vez que, según los archivos de la Cruz Roja, murieron en torno a 250.000 judíos; por otro lado, otros archivos permitirían afirmar que la población total de judíos en Europa nunca alcanzó la cifra de 6 millones. Si contamos los cientos de miles que huyeron, emigraron o sobrevivieron, las cifras no cuadran. 
 
 
Me cuesta creer que yo, judío, pueda ser acusado de ser antisemita, y que escribir estas frases me pueda llevar a pasar cuatro años en la cárcel, pero así es. Viva la democracia española y las leyes esquizofrénicas anticonstitucionales que castigan el ejercicio de la libertad de expresión contemplada en la misma Constitución española. Qué asco de parlamento, por Dios.
 
 
 
 
 
 
 

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