DESCONOCIDOS HOLOCAUSTOS y otros HOLOCUENTOS : la dificultad de aprehender la REALIDAD
Adam Cohen vive en su nido de
águila, alejado del mundanal ruido, dedicado a la lectura, la reflexión, la
meditación y la observación de la Naturaleza y de los seres que la habitan. Es
judío y, como algunos de sus correligionarios más conscientes, es sabedor de
las manipulaciones que ejerce el poder en torno a la acusación de
ANTISEMITISMO, etiqueta que, bajo el pretexto de corrección política, permite perseguir
y acallar las voces críticas con el Establishment, a la vez que corre un denso
velo de confusión que nos vuelve ciegos e incapaces de ver la realidad en su
compleja diversidad.
Por
Adam Cohen
Declaraciones pasibles de cárcel de una
historiadora anciana
El pasado marzo 2015, la historiadora Ursula Haverbeck (1928) se atrevió a decir en la televisión nacional alemana,
durante una entrevista que creo imprescindible escuchar, que Hitler y los sionistas compartían el mismo deseo: crear
un estado judío, y que el campo de
Auschwitz nunca fue un campo de exterminio sino un campo de trabajo vinculado a
una planta de la petroquímica IG FArben, en la que los trabajadores prisioneros
eran cuidados y atendidos.
Historiadora revisionista desmonta el Holocausto en TV alemana
*
Educados en el paradigma de los opuestos enfrentados, y no de los
opuestos complementarios, nos es difícil encontrar la ecuanimidad necesaria al
conocimiento profundo de las cosas. Impera el enfrentamiento polar no
integrado.
Por ejemplo, nos es difícil aceptar que alguien pueda criticar a los
partidos de izquierda siendo de izquierda, o que ser rico y tener propiedades
no nos hace, obligatoriamente, persona de derecha. Existen obreros pobres sumamente
conservadores y terratenientes solidarios y generosos, pero prevalecen los
estereotipos: la gente bien vestida y elegante es de derecha y los zaparrastrosos
son de izquierda, por tanto en las compañas electorales unos candidatos
abandonan sus puros Cohíba y sus yates para enfundar una chaqueta de pana y
otros dejan sus habituales vaqueros desgastados para lucir traje oscuro, camisa
azul pálido y corbata roja. Todos buscan tranquilizar y complacer la estrechez mental de sus electores.
La sociedad actual adolece de un enquistado maniqueísmo -de origen judeocristiano,
por cierto- en su visión de los fenómenos; una gran simpleza domina los
planteamientos políticos, reduciendo a ecuaciones elementales la compleja y
multicolor realidad.
Y digo esto por el descubrimiento
reciente (des-cubrimiento porque yacía encubierto bajo la losa académica, es
decir lo definido como políticamente correcto por el Establishment dominado por
la elite sionista) de otra versión
histórica de la Segunda Guerra Mundial en la que el enemigo de los aliados no
era Hitler, y el propósito no era luchar contra el ejército del Tercer Reich
sino algo profundamente inmoral y vergonzante. Desde que los EEUU entraron en
la guerra, gracias al permitido Pearl Harbour, el propósito fue uno: aniquilar
la nación alemana por el medio de una destrucción sistemática de las ciudades y
vías de abastecimiento, y un ataque metódico, físico y moral, despiadado, a su
pueblo por parte de británicos, soviéticos y estadounidenses.
Sin embargo, la revelación de numerosos documentos históricos, en lugar
de permitir entender nuestra equivocación maniquea (nazis malísimos frente a
aliados buenísimos) ha hecho que le demos la vuelta a la tortilla y no avancemos
un pimiento: ahora renace el filonazismo y se alzan voces que alaban al Führer.
No pretendo en este artículo describir los argumentos de los que niegan
las cifras oficiales “Seis millones de judíos…”, sino informar sobre denuncias
recientes de historiadores revisionistas, y señalar cómo ambos caen en el
extremo opuesto, pasando de la demonización oficial del nazismo a una
idealización nostálgica del Tercer Reich. Como si, por decir que Hitler nunca
buscó la eliminación de los judíos, de repente ya no fuera responsable de su esclavización,
o de la utilización de miles de cobayas humanos para experimentaciones varias.
En otras palabras, parece difícil, si no imposible, aceptar que ambos
bandos fueron igualmente feroces
asesinos en masa.
Antes de empezar, es necesario recordar que negar, investigar o,
simplemente, minimizar el Holocausto judío está prohibido por ley en, entre
otros muchos países, Alemania, Francia, Bélgica,
Canadá, Estados Unidos. Y ahora, también en España gracias a la Ley Mordaza,
ley que nos informa sobre el avance del control del lobby sionista sobre la
política española. Cabe preguntarse por
qué es la única afirmación de la historia mundial que está protegida por una
ley tan severa. La verdad no necesita ser apuntalada por ninguna ley.
Muchos historiadores, quienes, a riesgo de ser encarcelados, niegan la
emblemática cifra, han repetido una y otra vez que, según los archivos de la
Cruz Roja, murieron en torno a 250.000 judíos; por otro lado, otros archivos
permitirían afirmar que la población total de judíos en Europa nunca alcanzó la
cifra de 6 millones. Si contamos los cientos de miles que huyeron, emigraron o sobrevivieron,
las cifras no cuadran.
Me cuesta creer que yo, judío, pueda ser acusado de ser
antisemita, y que escribir estas frases me pueda llevar a pasar cuatro años en
la cárcel, pero así es. Viva la democracia española y las leyes esquizofrénicas
anticonstitucionales que castigan el ejercicio de la libertad de expresión contemplada
en la misma Constitución española. Qué asco de parlamento, por Dios.
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