Según Stone, se ha enseñado una historia de la Segunda
Guerra Mundial que presenta a los Estados Unidos como los vencedores
indiscutibles y los ganadores «morales» de la contienda, hecho que les
legitimó como superpotencia hegemónica que velaría por la paz y la
prosperidad de todo el planeta, al recoger el testigo que las
democracias exhaustas habían perdido durante la guerra.
Una historia que
deja a un lado el sacrificio de la Unión Soviética (y otros países como
Polonia, Yugoslavia o China), que perdería de 20 a 30 millones de
personas, frente a los 220.000 soldados de Estados Unidos o el medio
millón de soldados y civiles británicos; y presenta al aliado
(momentáneo) soviético como el rival para la paz mundial en la
posguerra, cuando se erigió en el peligro rojo que se merendó media
Europa, auspició el auge de la China de Mao y estuvo detrás de la guerra
de Corea; el enemigo del mundo libro durante la Guerra Fría, en
definitiva.
Frente a esta imagen, Stone presenta la historia de la
posguerra y lo que sería la Guerra Fría, como el resultado de la
arrogancia y el miedo estadounidenses, con la bomba atómica como el
elemento que canalizaría su ambición y provocaría los recelos de los
rusos, rompiendo con la idea de una colaboración entre ambos países, con
la que soñaba Franklin Roosevelt, pero que Harry Truman y sus
colaboradores más ferozmente anticomunistas (Byrnes, Forrestal,
Acheson), dejando de lado el raciocinio de hombres como George Marshall,
y líderes como Winston Churchill, romperían para crear el ambiente de
enfrentamiento a muerte entre la democracia (y el capitalismo)
occidental frente a la barbarie (y la tiranía) roja.
Reagan, la derechización de la política interior, el recrudecimiento de la retórica anticomunista y el fin de la distensión con la Unión Soviética en los años ochenta, y la guerra sucia en El Salvador y Nicaragua; el triunfalismo de Bush padre y Clinton tras la caída del bloque comunista y la idea de crear, sí o sí, un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos decidía según su único criterio, sin comprender el radicalismo islámico que llegaron a alimentar en la lucha contra los soviéticos; o la etapa de Bush hijo, la «guerra contra el terror» que, tras el 11-S, conduciría a Afganistán e Iraq, dos grandes reveses (en la línea de Vietnam), y con Obama, un presidente que prometió acabar con el unilateralismo y que en realidad ha demostrado ser un lobo con piel de cordero, con una política internacional que no difiere demasiado de la de sus predecesores.
Texto extraído de la web:
respvblicarestitvta.blogspot.com.es/2014/08/oliver-stone-y-el-revisionismo.html
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