Julius Lederer
Esta es la historia de Julius Lederer.
Había nacido en Bornheim, Alemania, en 1980 y llegó a España, a A
Coruña, en 2006. Estaba en contacto con su familia en Alemania y le
pasaban una pensión pero pronto comenzó a vivir en la calle, siempre con
su mochila y bien vestido. Poco a poco lo perdió todo, la mochila y la
ropa y se cubría solo con una manta y unas bolsas de basura.
Su olor era
espantoso, pedía en la calle y, con el dinero que obtenía, compraba
comida en los supermercados.
Era tranquilo, pacífico y poco hablador; no
quería tratos con nadie. Años más tarde, en 2011, y tras pasar por
varios pueblos y ciudades de A Coruña y de la costa de Lugo, fue
ingresado por orden judicial en el Área de Psiquiatría del Hospital de
Lugo. A pesar del tratamiento, a los dos meses y con solo 31 años,
murió.
No hay constancia oficial pero parece
que falleció de potomanía, es decir, de consumo excesivo de agua. Los
que le conocían de su vida en la calle no habían notado que bebiese agua
en exceso. Sus familiares declararon que odiaba los fármacos y creen
que, para eliminar de su organismo la medicación que le administraban en
el hospital, bebía hasta diez litros de agua al día. Con tanta agua
quizá eliminó los medicamentos pero también diluyó su medio interno,
quizá provocó hiponatremia, o sea, un concentración en sangre de sodio
demasiado baja, y esa fue la causa de su muerte.
Para conocer más la historia de Julius les recomiendo el documental “El mundo tras Julius”.
*
Pasemos ahora a la bibliografía
científica sobre el consumo de agua. Hay que beber ocho vasos de agua al
día. Esta es la recomendación que aparece todos los años en cuanto
arrecia el calor. Dicen que es bueno o, más bien, indispensable para
nuestra salud. Y, sin embargo, es un mito de esos tan habituales que
tardan mucho tiempo, y mucha tinta, en desaparecer. O que parece no
desaparecer nunca. Nos cuenta Aaron Carroll, de la Universidad de
Indiana en Indianápolis, en un artículo en el British Medical Journal y en el diario El País, que todo comenzó en 1945 en una publicación del Consejo de Alimentación y Nutrición de Estados Unidos. Allí se decía que
“Water. A suitable allowance of water
for adults is 2.5 liters daily in most instances. An ordinary standard
for diverse persons is one milliliter for each calorie of food. Most of
this quantity is contained in prepared foods… Water should be allowed ad
libitum, since sensations of thirst usually serve as adequated guides
to intake except for infants and sick persons.”
Por tanto, “las personas necesitan unos 2.5 litros de agua al día”. Pero a la cita nunca se le añade el párrafo que seguía y que precisaba que “la mayor parte de esta cantidad está en los alimentos”.
O sea, que no hay que traducir los 2.5 litros de agua en ocho vasos de
unos 250 mililitros puesto que ya tomamos el líquido necesario con los
alimentos. Beba cuando tenga sed, pero no exceso pues, como veremos
ahora, demasiada agua es peligrosa. En fin, beba con sed y deje de beber
cuando se le quite la sed.
El control de la sed viene del mecanismo
que la evolución ha seleccionado para controlar el volumen de los
fluidos internos y, sobre todo, de la concentración de iones y, más en
concreto, del sodio. Si hay poco sodio se provoca la hiponatremia, y
pueden aparecer síntomas como letargia, náuseas, convulsiones e,
incluso, el coma y la muerte.
En febrero de 2015 se reunieron en
Carlsbad, California, un grupo de 17 expertos en hiponatremia provocada
por la toma excesiva de agua, sobre todo por la sed provocada por un
intenso ejercicio físico. Entre los participantes en carreras de fondo,
sea atletismo o ciclismo, la pérdida de fluidos provoca sed y,
habitualmente, se toma mucho agua, casi siempre con iones, para reponer
líquidos y iones.
Pero se debe controlar la cantidad del líquido
ingerido pues es frecuente que, al final de estas carreras, puede
ocurrir que la mitad de los participantes presenten síntomas de
hiponatremia por toma excesiva de agua.
Así, los expertos recomiendan
que, en carreras largas, los espacios habilitados para proporcionar
líquidos a los atletas queden lo suficientemente espaciados como para
evitar el consumo excesivo de agua.
Sin embargo, como cuentan Pascal Saker y
sus colegas, de la Universidad de Melbourne, no conocemos con exactitud
el mecanismo de ajuste entre la desaparición de la sed después de haber
bebido y la cantidad de agua ingerida. En algún momento, al beber, la
sed es reemplazada por la saciedad y, entonces, se deja de beber.
Incluso se ha medido que el líquido que se toma se ajusta a la cantidad
perdida que ha provocado la sed. Pero, repito, no se conoce el mecanismo
que hace que nos sintamos saciados y ya no tengamos sed.
La sed la provocan señales de
deshidratación en las células, los cambios en las concentraciones de
diversas moléculas en la sangre y la pérdida de líquidos en el exterior
de las células. Son varios mecanismos que, a su vez, provocan el
funcionamiento de un sistema de hormonas con renina y angiotensina que
controla la cantidad de fluidos corporales.
Así se provoca la sed y es
un mecanismos relativamente conocido y, por el contrario y como ya he
mencionado, el proceso por el que desaparece la sed no lo es tanto.
Parece que se relaciona con la sensación de sequedad en la boca y con
los cambios que provoca en esa sensación el beber agua.
Para estudiar si
hay otros mecanismos, el grupo de Pascal Saker obtiene imágenes de
resonancia del cerebro de voluntarios con sensación de sed cuando beben
agua.
Las áreas del cerebro que se activan
tienen que ver con la inhibición del proceso de tragar y con los
músculos de la boca y la faringe que actúan para tragar. Trabajan con 20
voluntarios, con 7 mujeres, una edad media de 30 años y un rango de 25 a
45 años.
Los investigadores provocan la sed en los voluntarios con una
hora de ejercicio físico intenso en bicicleta estática y, después, se
auto puntúan la sed que sienten de 0 a 10. A continuación, beben agua y
se les hace la resonancia del cerebro.
La inhibición de tragar activa la
corteza motora, la corteza prefrontal, la zona parietal posterior y el
tálamo. Sobre todo se activa la corteza prefrontal del hemisferio
derecho. Y cuando se bebe en exceso, por encima de la sensación de sed,
la respuesta cerebral para inhibir el tragar es tres veces más fuerte
que la respuesta habitual.
El cerebro avisa de que tanto líquido no es
necesario y que hasta puede ser un riesgo.
En conclusión, cuando se tiene sed y se
bebe agua para quitar esa sensación incómoda, una de las primeras
respuestas es inhibir la acción de tragar con lo que, en consecuencia,
se deja de beber. Esta acción se localiza con más potencia en la corteza
prefrontal del hemisferio derecho. Así se evita la toma excesiva de
líquido que puede provocar la potomanía y la hiponatremia.
Y, ahora, veamos cómo, a menudo, cuesta
tiempo y energía conseguir agua para aplacar la sed. A pesar de los
progresos de las últimas décadas para conseguir el acceso de la
población al agua potable, todavía 4000 millones de personas, más o
menos dos tercios de la población mundial, sufren escasez de agua. En
2015 se estimó que más de 600 millones seguían sin disponer de agua
limpia.
Muchos hogares con acceso al agua deben ir a buscarla al pozo,
la fuente, el río o cualquier otro lugar que proporcione agua potable o,
por lo menos, que se pueda considerar más o menos limpia. Para aceptar
que existe un acceso básico al agua, Jay Graham y su grupo, de la
Universidad George Washington, en Estados Unidos, proponen que la
condición es que se pueda ir a por agua y volver con ella al hogar en
menos de media hora.
Pero, añaden, muchos hogares necesitan dedicar más
tiempo a buscar agua. Lo analizan en 24 países africanos del sur del
Sáhara y estudian cómo se organizan en el hogar para traer el agua.
Toman los datos de varias encuestas internacionales hechas sobre el
terreno en los años 2005 y 2012.
En todos los países analizados, son
mayoría las mujeres adultas que tiene que ir a por el agua para el
hogar, con el mínimo en Liberia con el 46% de las mujeres y el máximo en
Costa de Marfil con el 90%. Detrás se sitúan las niñas que, también en
todos los países, superan a los niños, con una media del 62% para las
niñas y el 38% para los niños.
Hay seis países en que son los niños y
niñas los que van a por el agua más que los adultos: Burundi, Camerún,
Etiopía, Mozambique, Níger y Nigeria.
La escasez de agua en el hogar, la
dificultad para conseguirla y la distancia a recorrer provocan
inseguridad y estrés. Lo han medido Edward Stevenson y su grupo, del
Colegio Universitario de Londres, en tres aldeas de Etiopía en las que
una ONG ha construido aljibes para almacenar agua en la estación de
lluvias y poder utilizarla en la estación seca. El estudio se hizo en
marzo y abril de 2013 y de 2014. Otras tres aldeas cercanas, sin aljibes
construidos, sirvieron como control.
Los resultados demuestran que el estrés
en las mujeres, las encargadas de buscar el agua, es la mitad si
disponen de agua en los aljibes respecto a las mujeres de las aldeas sin
aljibes. Además, aumenta la cosecha y su calidad, otro posible factor
estresante para estas mujeres, pues da seguridad tener alimentos para la
familia e, incluso, la calidad y cantidad de la cosecha mejora su
estatus socioeconómico.
En muchos países con dificultades para
tener agua para el hogar, como hemos visto, son las mujeres las
encargadas de conseguirla y su lucha para mejorar esa disponibilidad
viene de hace tiempo. Por ejemplo, en 1991 Brinda Rao, de la Universidad
de California en Santa Cruz, publicó un resumen de lo que había
ocurrido en Maharashtra, en la India.
Cuenta que años antes, en 1972, un
miembro del gobierno declaró que los 230000 pueblos del país sin agua
potable ya la tendrían si fueran los hombres los encargados de llevarla a
casa. En la India, como en África, el agua para el hogar es “cosa de
mujeres”. Así es, y sobre todo en las zonas rurales, agua y mujeres son
asuntos relacionados.
Es en el norte de África, pero está muy bien
contado en la película “La fuente de las mujeres”.Merece la pena verla.
Lo habitual es que las mujeres, de
media, dediquen de tres a cinco horas al día para acarrear agua hasta el
hogar aunque, además, y con las estadísticas de aquellos años, las
mujeres hagan el 46% de todo el trabajo de la unidad familiar rural.
Aunque, y es costumbre habitual, todo ello es el trabajo invisible de
las mujeres. No se refleja en las estadísticas oficiales y, por tanto,
es un problema sin visibilidad y no existe y, en consecuencia, no
necesita soluciones.
En aquellas décadas de los setenta y
ochenta, las soluciones no tenían en cuenta a las mujeres. La
experiencia más innovadora en relación con el abastecimiento de agua fue
la creación de cooperativas que se encargaban de su suministro y
distribución. En la dirección de estas cooperativas había un consejo con
un representante por cada hogar que era, por supuesto, un hombre.
A
pesar de esta falta de participación de las mujeres, Brinda Rao explica
que en las aldeas con cooperativa, las mujeres se veían liberadas, en
gran parte, del acarreo del agua hasta el hogar, lo que implica más
tiempo para otras cosas, más seguridad, menos estrés y menos
subordinación a las labores diarias.
Eduardo Angulo | culturacientifica.com | 13/08/2017
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