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El documental - Cautivos en la arena
Los españoles republicanos que poco antes de acabar la Guerra Civil Española embarcaron rumbo a Argelia, allí vivieron exiliados y fueron en su mayoría deportados al desierto del Sahara durante la Segunda Guerra Mundial.
El 29 de marzo de 1939, el buque Stanbrook llegaba al puerto de
Mazalquivir, cerca de Orán, con 2.638 exiliados republicanos a bordo. El
barco iba cargado hasta los topes tras la evacuación de emergencia del
puerto de Alicante, cercado por las tropas franquistas, y días después
de la capitulación de Madrid en la Guerra Civil española.
Muchos de esos exiliados republicanos acabarían en campos de
concentración en Argelia, o forzados a trabajar en pleno desierto por el
gobierno francés filonazi de Vichy instaurado en 1940. A gran parte de
ellos se les aplicó luego la ley de Compañías de Trabajadores
Extranjeros (CTE) por la que los solicitantes de asilo debían trabajar
obligatoriamente para el Estado en distintas tareas, siendo una de ellas
la construcción del Ferrocarril Transahariano, que pretendía enlazar
Níger con el Mediterráneo atravesando el desierto.
Pero no solo los pasajeros del Stanbrook serían maltratados por las
autoridades francesas. Cuando la Guerra Civil estaba en sus últimos
compases, cientos de miles de personas cruzaban los Pirineos con la
esperanza de huir de las represalias franquistas. El 25 de febrero de
1939, el Ejecutivo francés reconoce al Gobierno franquista e intercambia
embajadores, con casi 440.000 refugiados españoles en sus fronteras
según un informe francés de la época. Finalmente, cerca de 550.000
españoles fueron encerrados en campos de concentración improvisados, la
mayoría cerca de la frontera con Francia.
Son tiempos complicados: Francia cae rápidamente bajo el dominio nazi y
los prisioneros republicanos son considerados, como poco, un problema, y
tratados como mano de obra esclava en muchos casos. Hasta el final de
la Segunda Guerra Mundial y la caída del Gobierno colaboracionista de
Vichy, esta sería la tónica general de los exiliados: campos de
concentración y represión, como el tristemente célebre Mauthausen. Pero
los destinados al desierto argelino —colonia francesa en aquellos años—
sufrieron también condiciones inhumanas.
El 20 de junio de 1939, el gobernador civil de Argelia escribe al
prefecto de Orán para que construya de urgencia un campo de
internamiento para refugiados españoles. En menos de dos meses, el campo
de Relizane está listo, situado a 200 kilómetros de Orán, y con
capacidad para 792 personas. Los barracones y los trabajos forzados en
el desierto pasan a ser la realidad de estos exiliados.
Cerca de la frontera con Marruecos se estableció otro campo, el de Bou
Arfa, a 320 kilómetros de la costa, situado estratégicamente en las
proximidades de una mina de manganeso y del Transahariano. En Bou Arfa,
1.200 prisioneros extranjeros trabajaban en las obras ferroviarias y,
aunque no todos eran españoles, todos sufrían unas condiciones muy
duras. Bou Arfa compartía parte de las características de Relizane, como
la improvisación y los barracones, pero no estaba vallado, ya que los
oficiales contaban con que el desierto se encargara de quien tratara de
huir.
En el libro Atrapados, la periodista Montserrat Llor recoge los
testimonios de varias víctimas del franquismo, entre ellos el de Antonio
Cánovas Lapuente, que pasó por los campos de internamiento en Francia y
Argelia, entre ellos el de Bou Arfa. Cánovas, que se alistó en el
ejército republicano tras el estallido de la contienda, explica que huyó
a Francia porque "tenía más miedo de la represión franquista que de la
guerra".
El republicano comenzó su periplo como prisionero en Argèles-sur-Mer, un
campo cercano al mar en el sur de Francia. Tras este, Agde, donde le
ofrecieron trabajar en una CTE, a lo que accedió, y acabó en
Saint-Cyprien, al norte de Francia, para acondicionar la base naval de
Brest. Esa sería tomaba en 1940 por los alemanes, y en la huida francesa
Cánovas acabaría en Casablanca, desde donde lo enviaron a Bou Arfa.
Allí le esperaban años de trabajo en unas condiciones brutales en pleno
desierto.
Los presos españoles saboteaban el Transahariano, según relata Cánovas,
por lo que llegaron a matar a uno de sus amigos: "Cuando le dieron el
alto echó a correr y le pegaron un tiro". El ex luchador republicano y
algunos de sus compañeros continuaron con su afiliación y actuación
comunista clandestinamente, por lo que en 1942, cuando los descubren,
Cánovas y otros de sus compañeros acaban en una prisión del actual
Marruecos. Meses después, las tropas americanas desembarcan en Marruecos
y en 1943 Cánovas es liberado.
Otro de los testimonios recogidos por Llor es el de María Salvo Iborra,
que pasó también por aquella Francia cuyo Gobierno colaboracionista los
calificaba de indésirables, indeseables. La republicana llegaría al
campo de concentración de Moisdon-la-Rivière, en la Bretaña francesa,
donde permaneció meses en condiciones insalubres hasta que fue deportada
forzosamente a España, reclamada por el Gobierno franquista al igual
que decenas de republicanos. Salvo Iborra pasaría 16 años en prisión en
España, acusada de conspirar contra la Seguridad Interior del Estado.
Para tratar de regularizar la situación, se puso en marcha el Servicio
de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) por parte de Juan Negrín,
expresidente del Consejo de Ministros desde 1937. Este organismo
trataría de ayudar a los exiliados en Francia y trasladaría a 14.000 de
ellos a América antes de disolverse en 1940. Poco después, Indalecio
Prieto organizaría la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles
(JARE), que perduraría más tiempo, y ayudaría a llegar a México a unos
5.000 refugiados entre 1940 y 1942. La creación de ambas agencias fue
otro de los muchos enfrentamientos entre Prieto y Negrín, que acabaría
venciendo el primero.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la situación de los exiliados
republicanos en Francia terminó regularizándose, y muchos de ellos se
quedaron definitivamente en el país como unos emigrantes cualquiera.
Otros regresarían a España años más tarde, o marcharían a un tercer
país. Pero algunos de ellos —como recogió e documental Cautivos en la
arena— quedaron allí, enterrados en el desierto, en fosas anónimas.
José Carlos Huerta, en infolibre.es
Cautivos en la arena
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El documental - Cautivos en la arena
Los españoles republicanos que poco antes de acabar la Guerra Civil Española embarcaron rumbo a Argelia, allí vivieron exiliados y fueron en su mayoría deportados al desierto del Sahara durante la Segunda Guerra Mundial.
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